Me consta que la historia que publiqué en estas páginas la semana pasada, que tenía que ver con Bernardo, ‘el animero’ de Laujar que engañó a toda esa población a mediados del s. XVIII para enriquecerse y conseguir favores amorosos de las vecinas del lugar, ha gustado mucho en la comarca del Poniente. Es por eso que me he animado a seguir rescatando documentos de la Inquisición granadina o historias recogidas en libros antiguos para dar a conocer a otro tipo de personas de esa índole que actuaron en nuestra tierra.
Brujas
Nuestra provincia ha sido cuna de mujeres que tenían ‘profesiones’ que consistían en sanar, hacer hechizos para multitud de cometidos o, incluso, provocar la muerte. A nuestra mente nos viene la palabra ‘bruja’ pero no habría término que las definiese correctamente ya que sus supuestas facultades sobrepasaban todos los límites.
Lo cierto es que en nuestra comarca no hay demasiados casos destacables, aunque recientemente sí que han existido algunas mujeres a quienes se les atribuían determinados ‘dones’, como por ejemplo Ana Mayor en Santa María del Águila. Ella, además de curar ciertas dolencias sin ni siquiera tocar al enfermo, podía marchitar plantas solo con la mirada.
Luisa Baeza
La familia de esta mujer estaba marcada por lo sobrenatural. Su madre y su abuela eran hechiceras, y ella no quiso faltar a la tradición. Luisa preparaba malolientes brebajes y extrañas pócimas que ofrecía a sus vecinos, siendo víctimas de esta mujer quienes osaban no comprarle sus potingues, como le ocurrió a una señora que durante varias noches escuchó el sonido de panderetas a la puerta de su casa, pero cuando salía a ver quién era no encontraba rastro de persona alguna. Esto cesó cuando la propia Luisa hizo un conjuro para limpiar el lugar.
También era famosa por sus hechizos de amor, como el que le hizo a la joven Manuela Fernández para que aceptase a uno de sus pretendientes, embrujo que la mantuvo durante casi seis meses sin poder moverse de su cama hasta que accedió a entablar una relación con este muchacho de Vícar.
Pero lo más siniestro que se le recuerda fue la muerte del alcalde del pueblo, Francisco Baeza, que la expulsó del lugar sin paliativos, debido a sus amorales prácticas, siendo víctima de las represalias de Luisa. Como venganza, ella decidió invocar al demonio a medianoche para que atacase a Francisco. El hombre apareció en pleno monte con la mirada y la memoria perdidas, tiritando de frío hasta fallecer por congelación.
Acusada
Diecisiete fueron las personas que denunciaron a Luisa Baeza por los daños que estaba causando con sus poderes, siendo encarcelada por la Inquisición en 1748, según recoge un documento del Archivo Histórico Nacional (Inquisición, leg. 3728/140).
Entre otros, desfilaron por allí vecinos que afirmaron ser objeto de los hechizos de Luisa, sobre todo a raíz de alguna discusión con la curandera. Alegaban que esta mujer era muy vengativa y que para perpetrar sus represalias se perdía durante varios días en unos montes cercanos a Felix, lugar donde ‘cocinaba’ sus pócimas mágicas.