El crimen del Cortijo del Fraile. Dentro de unos días se cumple el 90 aniversario del terrible «Crimen de Níjar» que, como sabéis, dio pie a que Federico García Lorca escribiese su famoso libro «Bodas de sangre». Desde Editorial Guante Blanco, la línea de edición tradicional de Círculo Rojo, decidimos reeditar la obra añadiéndole textos de expertos en la materia y conocedores de la historia, acompañado de un prólogo de la cineasta Paula Ortiz, directora de la película «La Novia».
A mí me apeteció recuperar la historia, con los datos que se conocen (me he basado en todo lo recogido por Diario de Almería en los días posteriores al crimen), de lo que pudo haber ocurrido ese fatídico día. Os la dejo no sin antes desear que os animéis a comprar esta magnífica edición del libro de Lorca.
Francisca Cañadas nunca habría podido imaginar, cuando se levantó aquel 22 de julio de 1928, que su boda sería la más famosa de la literatura española. Y es que Carmen de Burgos, o el propio Federico García Lorca, inmortalizarían ese momento en forma de una historia que casi todo el mundo conoce.
Bodas de sangre, la obra de Federico García Lorca, respeta el desarrollo de los hechos. Suponemos que se enteró de los sucesos gracias a la prensa (era un asiduo lector de El Defensor de Granada), y porque también seguía de cerca todo lo que acontecía en Almería, una tierra en la que vivió durante tres años (1906-1909), concretamente en casa del maestro Rodríguez Espinosa. Cuando ocurrió el crimen, Lorca se encontraba viviendo en su casa de la Huerta de San Vicente.
Francisca Cañadas Morales, más conocida como Paca «la Coja», vivía en el Cortijo del Fraile ya que su padre, viudo desde hacía doce años, se encargaba de cultivar el trigo y el esparto allí, ejerciendo de medianero con el dueño del lugar. Ella era su hija favorita. Nunca le gritaba, no la obligaba a trabajar (al contrario que a su hermana Carmen), y como era tímida, solitaria, no muy agraciada, demasiado flaca para el canon de belleza de la época, y tenía el hándicap de la cojera que el propio padre le había provocado, estaba muy protegida por él (suponemos que se sentía culpable)[1]. Hasta el punto de tenerle preparada una herencia de cuatro mil pesetas, y un cortijo con sus correspondientes tierras en el Hualix.
Una de sus hermanas, Carmen, mayor que ella, sentía celos de Paca. Estaba casada desde hacía varios años con José Pérez Pino, hijo del dueño del Cortijo del Fraile, y ya habían dilapidado gran parte de la herencia que les correspondía (el Cortijo del Jabonero, unas tierras, y una cantidad de dinero). Por eso querían que las pesetas que le correspondían a Paca se quedasen para ellos, con lo que había que adelantarse para que la menor de las Cañadas no se casase con alguien de fuera. De ahí que la prometieran, a los 19 años de edad y en contra de su voluntad, con Casimiro Pérez Pino. Todo quedaría en familia.
Cuentan que Paca pasaba las noches llorando de la pena. No quería casarse con ese hombre. Los demás no la entendían ya que no se le había conocido novio o pretendiente alguno, pero ella llevaba el amor por dentro.
La ceremonia estaba prevista para el 23 de julio de 1928, en la iglesia de Fernán Pérez. Al ser una boda gitana, duraba más de una jornada, por lo que habían preparado varios kilos de dulces, sacos de garbanzos tostados, litros y litros de licor, dos corderos, bastantes arrobas de vino, y las mujeres del lugar se iban a dedicar una tarde entera a hacer buñuelos.
El 22 por la noche, Casimiro Pérez se encontró indispuesto, retirándose y dejando sola a Paca. Seguramente si esto no hubiera ocurrido, la historia sería otra ya que los prometidos se habrían casado. Pero Casimiro se ausentó, dando a Paca y a su secreto enamorado, Francisco Montes (primo de ella, que también estaba prometido), la única opción para escapar. Ella estuvo al lado de Casimiro, tapándolo con una manta y cuidándolo, hasta que se durmió. En ese mismo instante, los amantes huyeron en plena madrugada.
Los encontraron al día siguiente, poco después de la hora a la que estaba prevista la boda. Ella estaba medio muerta en el camino de La Serrata (Cañada Honda), al lado del cadáver de Francisco Montes. Le habían dado varios tiros a quemarropa. Paca confesaría su historia de amor, y diría que unos encapuchados los intentaron asaltar en la huida, con los consiguientes disparos sobre Francisco[2].
El 25 de julio, Diario de Almería abría su edición con el siguiente titular: «Las veleidades de una mujer provocan el desarrollo de una sangrienta tragedia en la que cuesta la vida a un hombre». Y es que Paca nunca culpó de los hechos a los verdaderos asesinos, su hermana y su cuñado, al menos públicamente. Este reportaje contaba que «[…] el primo de la novia, Francisco Montes, que se mostraba interesado por ella, le preguntó: Prima, ¿te vas a casar? A lo que ella contestó afirmativamente. Debió hacerlo de forma como si no le interesara mucho su novio, por cuanto su primo le propuso la fuga con él y ambos la concertaron». Las primeras culpas recayeron sobre Antonia, hermana del muerto, o sobre la madre de ambos, quien según la tradición oral insistiría a Francisco para que rondase a Paca, pensando más en la herencia que en el bienestar de su hijo[3]. Esta última, que vivía en Los Pipaces, ni siquiera había querido asistir a la boda de su sobrina, aunque pasó la noche preparando dulces de harina y miel para la boda, seguramente sabedora de que nunca se iba a llevar a cabo.
La clave para identificar a los asesinos fue la posición de las mulas que los enamorados habían usado para huir. Carmen y su marido las habían dejado en las cuadras, como si siempre hubieran estado allí, con lo que era imposible que Paca, con su cojera, hubiera podido caminar tanto por sí misma. El día 26, ante la policía, Paca declara haber visto a José Pérez Pino, su cuñado, disparar a Francisco Montes, y que su propia hermana intentó asfixiarla para darle muerte. El día 27 el crimen estaba resuelto.
Un año después, José Pérez Pino fue condenado a ocho años de cárcel por asesinar, con tres disparos, a Francisco Montes. La condena de Carmen fue de quince meses por intentar acabar con la vida de su hermana, considerándose homicidio frustrado. Ambos quedaron libres en 1931, beneficiándose José de un indulto al llegar la II República, aunque moriría pocos años después a causa del tifus que pudo contraer en prisión[4]. ¿Y qué pasó con los protagonistas?
El ABC en 1966, y el periodista Antonio Ramos en los años 80, consiguieron algunas declaraciones de quienes vivieron los hechos en primera persona. Casimiro vivía en San José, y Paca en su cortijo del Hualix, casi encerrada de por vida con la única compañía de una sobrina, de sorprendente parecido físico con ella[5], y criticada por todo el pueblo, con lo que apenas salía a la calle.
«Yo no he vuelto a ver a Paca», decía Casimiro en 1985, «El día que pasó aquello me monté en mi mulo y me fui con los míos. Miento… la volví a ver en el juicio». En un reportaje de El País («El luto sigue en Níjar», Ángeles García), se describe a Casimiro Pérez Pino de esta forma: «Tiene 82 años. Sigue trabajando en el campo y, cuando recibe a visitantes con los que no contaba e interrumpen su silencio, dice que está malo, que tiene una úlcera en el estómago. Está sentado en una silla de mimbre bajo el porche de la vivienda. Lleva unas gafas negras para protegerse de la luz y sus dos brazos están apoyados sobre una garrota de madera. Tiene aspecto bonachón. Las arrugas que dibujan su cara son de trazo triste. A través de las oscuras gafas se ven unos ojos que miran hacia el infinito». La periodista no consiguió arrancarle más que varios noes: «No quiere comentar nada de lo que realmente ocurrió. Afirma no conocer a Federico García Lorca, ni el libro Bodas de sangre, aunque se le escapa que la versión teatral es falsa. Y acaba la conversación negándose a ver una foto actual de Paca».
Paca falleció en julio de 1987, a los 87 años de edad, a causa de una arteriosclerosis cerebral. El sacerdote que ofició su misa la despidió con estas palabras: «Era una mujer piadosa. Honrada como una niña recién nacida. Y fuerte para demostrártelo». Así lo relataba para El País el periodista almeriense Antonio Torres, quien tiene en su poder una foto de los protagonistas que guarda como oro en paño hasta que pueda publicar (le prometió a Paca que no lo haría hasta que pasaran los suficientes años desde su muerte): «El entierro de la novia del crimen de Níjar, previsto para las 19.30 horas de ayer, sirvió para que en la población planeara de nuevo la figura del novio real, Casimiro Pérez, de 87 años, que reside en un barrio de Níjar. Desde el día de la boda Casimiro no ha dirigido palabra alguna a Francisca. Pérez vive en la actualidad con Josefa Segura, con la que contrajo matrimonio tras el desengaño amoroso, en una casita baja, situada a escasos metros del mar, en la barriada pesquera y turística de San José. En el cementerio de Níjar, cualquier entierro tiene que encontrarse, a la fuerza, ante la tumba de otro testigo, muerto a cartuchazos durante el día de la boda. Se trata, sin duda, del joven Francisco Montes, que se fugó con su prima Francisca horas antes de que ésta contrajese matrimonio con Casimiro Pérez que desde ayer es el único protagonista real vivo de aquella tragedia, inmortalizada por Federico García Lorca en su obra Bodas de sangre».
Casimiro murió en 1990, con 92 años. Se había casado con Josefa Segura y había tenido hijos[6].
El «tío Frasco», padre de Paca, tuvo que irse del Cortijo del Fraile. Contrajo matrimonio con una mujer de 22 años, muchísimo más joven que él, y tuvo otros dos hijos. Cuentan los rumores que él estaba al tanto de todo y la ayudó a subir a la mula, porque lo único que quería era que fuese feliz y pudiera disfrutar de su amor Dicen que, por miedo al qué dirán, apenas tuvo contacto con su hija Paca después de los sucesos.
El sentimiento de la familia de Casimiro se resume con las palabras de la tía María, que iba a ser madrina de la boda (era sobrina del novio), en 1985: «Perdieron todos, hasta los hijos, que nadie los quería. Yo lo que digo es que eso pasa muchas veces. Entonces y ahora se ha plantao a hombres y a mujeres ya con los muebles de la casa. Pero ella tenía que haberlo hecho antes, y no esperar a unas horas, con todos los invitados en la casa».
Pero lo cierto es que quizá esta sea una de las grandes historias de amor que jamás se han contado, donde se mezclaron intereses económicos, la incultura de la época y no se atendió a los verdaderos deseos de la protagonista, Francisca Cañadas, cuyo corazón latía y suspiraba por su primo Francisco Montes, de quien estaba enamorada desde pequeña. «Dicen que ella lo quería, pero que él no le hacía caso. Bromas entre primos, nada más. Pero las mujeres somos unos pellejos y aquella noche convenció a mi tío para que se la llevara», confiesa Rafaela Montes, nieta de Francisco, que tenía seis años cuando todo sucedió.
Lo cierto es que Francisco murió por amor, y Paca estuvo muerta en vida por lo mismo. «Quiero a Paquita y me la voy a llevar», dijo él cuando se presentó el día de la boda en la puerta del Cortijo del Fraile. Ese fue su crimen. Como el que se está cometiendo en el lugar emblemático donde sucedieron los hechos, que se cae a trozos sin que nadie lo remedie. Como los pedazos de un corazón roto. El tuyo, el mío, el nuestro.
Estudios citados y consultados
Góngora, J., Amor y traición en el Cortijo del Fraile, Ed. Círculo Rojo, 2014.
Sanz, M., «El crimen de Níjar», en VV. AA., Almería, autores del crimen, Ed. Círculo Rojo, 2009.
Artículos y entrevistas en prensa
Arocas, D., «El crimen de Níjar», El caso, 22 de octubre de 2014, (ed. digital).
Calvache, V., «Bodas de sangre, la verdadera historia», La Revista (El Mundo), n. 117 (ed. digital).
García, Á., «El luto sigue en Níjar», El País, 21 de julio de 1985.
Margolles, A., «Flaca, dentona y coja. El crimen de Níjar (1928)», La cantera de Babi, 5 de noviembre de 2013, (ed. digital).
Rodríguez, M., «La historia real del crimen de Níjar», La Voz de Almería, 9 de junio de 2015, (ed. digital).
Román, M., «El crimen real de Níjar que inspiro las Bodas de sangre de Lorca», Libertad Digital, 18 de agosto de 2016, (ed. digital).
Torres, A., «La novia de Bodas de sangre falleció en Níjar», El País, 10 de julio de 1897.